Así acabas luego de siete años de estudio...

Esa misma mañana, demasiado temprano, se había levantado a duras penas de su cama. Tuvo insomnio la mayor parte de la noche y por la mañana estaba tan indispuesto que apenas podía mantenerse en pie si no fuese por una buena y caliente taza de café negro. Se vistió rápidamente con la misma ropa del día anterior. Ya ni siquiera cuidaba su imagen personal demasiado. Un nuevo estilo para empezar una nueva vida, o algo así.

Salió de su casa con relativa prisa. La misión era fácil: entrar al hospital, evitar miradas inculpadoras, intentar no revivir mentalmente el pasado, coger sus pertenencias y largarse de una vez por todas de ese maldito infierno. Entró con suma cautela, escuchando el repicar de sus botas en el suelo con azulejos relucientes del hospital. Se apretó el abrigo, escondiendo su camiseta blanca y arrugada. Bajó la mirada. Lo importante no era que le reconociesen, sino que él no se enterase de que ellos lo hacían. Se metió a la sala común, donde estaba su casillero. En una caja de madera metió sus pertenencias, su bata y algo de ropa que había dejado. Un par de marcos de fotos, su estetoscopio con su nombre tallado en el níquel, una botella de colonia que le habían regalado la navidad pasada, que nunca usó y su billetera, que era lo más importante.

Dejó el hospital rápidamente. Ni siquiera paró a hablar con aquel hombre que intentó hablar con él unas palabras. Sería el director o algo así, pero si le escuchaba decir lo arrepentido que estaba de haberlo contratado y traído, seguramente se volaría la cabeza en un santiamén. Le dió un golpe con el hombro, pasándolo a llevar y salió caminando raudo por las puertas automáticas del lujoso hospital.

Se metió al auto y le echó el seguro, dejando las cosas a un lado, en el asiento del copiloto. Manejó prácticamente por horas, o al menos eso era lo que parecía para él. Se detuvo en una cafetería, cercana, conocida. La recordaba porque cada vez que pasaba por delante de ella, sentía el suave pero intenso olor a café recién molido y hecho. Nunca se había detenido a pararse un par de minutos y disfrutar de una taza de capuccino o uno de los pastelitos tan bien decorados que exhibían en las vitrinas. Nunca había tenido tiempo. Entro a paso lento y se sentó en una mesa que se encontraba justo en una esquina, entre una muralla y la vidriera que daba a la calle. Pidió un café, simple, negro, sin azúcar. Miró la taza y la toco con ambas manos, caliente. Lo revolvió con la cucharilla y se dedicó a oler el aroma caliente de los granos de café, ahora convertido en líquido.

Puso la caja sobre la mesa y la revolvió, intentando buscar algo, rememorar cosas. Sacó un marco de fotos, donde salía toda su familia en navidades. Suspiró. Ahora volvía a empezar. De cero. Odiaba ser el nuevo en el trabajo. Se llevó la mano al bolsillo y sintió la bolsa diminuta llena de aquel polvo que le hacía tan feliz.

"Sólo por el dinero", se mentalizó. Al fin y al cabo, lo necesitaba para comprar más...

Era muy temprano, ese día no habíamos tenido clases.

Por lo tanto me vi en la libertad de salir a caminar. Claro, no podía darme el lujo de perderme por horas, pues tenía muchos deberes pendientes, pero si no salía y tomaba un poco de aire me volvería loco y jamás terminaría nada.

Después de unas horas, me encaminé a la cafetería. No me desagradaba la idea de tomar algo. Quizá tendrían alguna ensalada de frutas y un poco de té. Entré en el lugar y tomé una mesa cerca de la vidriera. Una mesera vino a tomar mi orden. Después se alejó para traerla.

Saqué de mi bolso una revista, la nueva edición de "Vogue". Me dispuse a hojearla cuando vi al hombre sentado en la mesa de la esquina, casi a un lado de la mía. Se le veía muy mal.

No pude evitar quedarme mirándolo.

Dió un largo sorbo a su café. Volvió a dejarlo en el platillo y siguió revolviendo al taza con la cuchara, luego de agregarle un par de cucharadas de azúcar al encontrarlo demasiado amargo para su gusto. Metió la mano en la caja, sin mirarla dentro, buscando algo en específico. Saco un pequeño álbum de fotos y lo puso sobre la mesa. Abrió la tapa y miró la foto que estaba en la primera página. Foto familiar de la navidad del dos mil ocho. Maldita navidad. Puso los dedos sobre la foto y delineó la cara de Monica, su cuñada. Suspiró.

Sentía una mirada penetrarle en la nuca con fuerza. Un curioso. Alzó la mirada, penetrante y oscura como siempre. Miró al muchacho de la mesa de al lado, mirando curioso desde el borde de su revista Vogue.

- ¿Qué quieres, matrioska? - dijo algo cortante, haciéndole una mueca despectiva al muchacho. - ¿Nunca has visto a un adulto tomarse un café o en tu planeta no existen los hombres de verdad? - le soltó sin más. Nunca había sido intolerante con los que lucían diferente pero...

No sabía qué ocurría en su interior exactamente.

El sujeto de la otra mesa notó que lo estaba mirando y me increpó de una manera bastante grosera. Bueno, era obvio que no era cortés de mi parte el observarlo así, pero tampoco merecía que me llamara de esa manera. Me erguí con orgullo dispuesto a contestarle.

En eso llegó Jane. Admito que me dio mucho gusto verla porque no habíamos hablado después del desastre de la fiesta. Le sonreí por encima de la revista y le hice una indicación con la cabeza para que se sentara.

Luego miré al sujeto de la mesa y con toda la dignidad que poseía, dije.

-No sabía que los "hombres de verdad" debían verse como adictos sin techo en resaca.- Le dije un tanto despectivo. Me estaba pasando, pero yo no acostumbraba a quedarme callado ante los insultos.

Luego miré a Jane.

-¿Qué ocurre? ¿Cuál es esa gran noticia?-

Dió un largo bufido y revolvió los ojos al escuchar la respuesta del muchacho. No era el primero que le comparaba con un drogadicto despectivamente. No estaban tan alejados de la realidad para ser ciertos, pero nunca nadie lo pensaba realmente. No hasta que lo pillaban con las manos en la masa, claro. Se levantó de su mesa y puso el álbum de fotos dentro de la caja y se terminó de beber el café de un sorbo. Puso un par de dólares en la bandejita de plata de la cuenta. Caminó hasta la mesa de Kurt con la caja bajo el brazo. No sólo parecía amenazante, sino que podría parecer que en cualquier momento golpearía a los dos jóvenes hasta dejarles estériles. Se detuvo frente a Kurt y le miró aún con el ceño fruncido.

- Perdona, sólo llevo un mal día. - le dijo con la misma voz rasposa y ruda. Era algo estúpidamente contradictorio para todo el que lo viese. Demasiada brusquedad incluso cuando se disculpaba. ¿Pero qué más se podía esperar de él? - Déjame pagarte eso, ¿si? - señaló el té y la ensalada de frutas. - En forma de disculpas, ya sabes. A todo el mundo le gusta la comida gratis. Je...jeje... - se "rió". Comenzó a caminar en dirección a la barra. - El número de este mes es pésimo. Deberías irte directo a las fotos en la alfombra roja de Portman. Son las únicas que no tienen desperdicio. - le enseñó el pulgar en señal de aprobación.

Se quedó de pie en la barra, dejando la caja sobre uno de los taburetes y sentándose en el otro. Pidió una cerveza caliente. Se llevó la mano al bolsillo y sacó su medicina. Una píldora como todas las demás. Podría ser una aspirina perfectamente. Se la echó a la boca y bebió un largo sorbo de cerveza. Era sólo para pasar el día. No podía desperdiciar tanta medicina sólo en un día. En un par de horas debía presentarse en el instituto. Necesitaba algo de apoyo y fuerzas extra.

Cuando se aproximó a nuestra mesa, con ese semblante y por su lenguaje corporal, parecía que iba a masacrarnos a los dos ahí mismo.

Pero fue todo lo contrario, pese a lo que parecía y a su voz tan dura, se había disculpado. Miré de reojo a Jane, sin poder creer lo que había ocurrido. El hombre se había ofrecido a pagar mi cuenta, a lo cual yo iba a negarme. Luego se fue hacia la barra, no sin antes hacer menciones acertadas sobre el número que tenía en las manos, lo cual me desconcertó.

Me sentí mal por él y por la forma en que le había respondido. Quizá estaba enfermo y yo lo había confundido con otra cosa. Me levanté de la mesa, miré a Jane y le invité a seguirme. Me acerqué a la barra.

-Lo siento, yo tampoco debí llamarle así.- Murmuré apenado. Me senté junto a él.- ¿Se encuentra bien?-

Luego de tragar aquella pastilla, empezaba a sentirse mucho mucho mejor. Una sensación que sólo su medicina podía proporcionarle. Con la cerveza en la mano, dió otro largo sorbo. Incluso los sabores y sensaciones eran diferentes cuando estabas en ese estado. Lo mejor de todo, era su genial habilidad para esconder que se encontraba bajo los efectos de los estupefacientes, incluso, así, hasta les caía mejor a las personas.

- Claro que estoy bien, chico. - le dijo al muchacho que se sentó a su lado y le dedicó la mejor y más encantadoras de las sonrisas que una persona como él podía entregar. - Es que mañana comienzo mi trabajo en el instituto y odio a esos estúpidos adolescentes... - paró de hablar al darse cuenta que el chico también era un adolescente. - No hablo por ti. Pareces maduro y toda esa mierda, ya sabes. Pero tranquilo, te trataré bien en la enfermería. - dijo asumiendo que él era parte del alumnado de Carmel.

- Y ella quién es, ¿tu novia? - el muchacho irradiaba homosexualidad. No es que Jack cayese en tópicos, pero no solía fallar en esas cosas. Por lo menos le daría el mérito de la duda.

Parecía estar mejor. O por lo menos eso decía y su sonrisa trataba de afirmarlo. Me sentí más tranquilo aunque no por eso confiaba en que estuviera del todo bien.

Le escuché hablar. Eso que dijo de los estúpidos adolescentes y su retractación me hizo reír. Lo dicho por Jane era muy acertado también. El ser más maduro que los demás a veces era un problema con el cual debía cargar.

Cuando dijo lo de tratarme bien en la enfermería, pensé lo mismo que Jane. Ella se me adelantó con la pregunta. Miré al hombre, impresionado, no me imaginaba a alguien como én en Dalton, sería muy interesante tenerlo ahí.

-¿Eres parte del personal de Dalton?- Añadí a la pregunta de Jane.

Pero luego me preguntó por Jane. Era obvio que me lo decía solo por decir. La respuesta de mi amiga fue muy acertada.

-Sí, los morenos de cabello rizado son más de mi tipo.- Agregué con seguridad.- Y sí, es más que obvio que no me hiciste ningún caso el día de hoy.- Le dije a Jane.- Pero no pierdo las esperanzas contigo.-

- Oh, no, no, creo que me entendiste mal. - hizo un ademán con la mano. - Empezaré a trabajar en Carmel, un instituto grande, ese de los niños cantarines tan famosos. - asintió con la cabeza. - Estoy "loco" por empezar. - revolvió los ojos y dió otro sorbo a la cerveza.

Le sorprendió que en Lima, para ser exactos, un chico como Kurt hablara tan abiertamente de su sexualidad. Incluso era algo digno de admirar y respetar. No quiso tocar más el tema ya que seguramente era hasta molesto hacerlo con un desconocido y no creía que Kurt pareciese alguien que estaba muy adecuado a tratarlo, tampoco. Para qué hablar de su falta de tacto...

- Pues, creo que te ves muy bien con ese chándal. - le guiñó un ojo a Jane. Luego, mentalmente, se regañó a sí mismo. Iba a tener que dejar de perseguir colegialas. No era bueno mezclar trabajo con vida profesional. - Como decía, soy Jack Allaster. - se presentó y esperó que los chicos se presentasen.

-Mucho gusto, Soy Kurt Hummel.- Respondí cortésmente a su presentación.- Así que es el nuevo enfermero de Carmel, ya veo. Creí que entraría a Dalton, habría sido bueno tener a alguien como usted en el colegio.- Añadí sonriendo.

-Pero realmente se ve que no le entusiasma su nuevo trabajo, si me permite decirlo, claro. ¿Por qué aceptó a algo como eso? Quizá en el hospital de Lima haya algún puesto más adecuado para usted, así no tendría que lidiar con los pesados de "Vocal Adrenaline".- Comenté un tanto ufano, aunque debía admitir que no todos los de ese coro eran como Jesse St. James, a decir verdad, tenía un par de buenos amigos entre ese montón de engreídos.

Jack miró rápidamente los puntos que le habían puesto a Jane por la caída cuando se levantó el flequillo. Les quitó la mirada pero rápidamente volvió a reubicarla en la herida. Arqueó una ceja y palpó alrededor del extraño trabajo que le habían hecho. Definitivamente quién se lo hizo, no sólo debía haber sido una enfermera, sino que una anciana temblorosa, quizás, o una muy muy mala. Se levantó de su sitio y se acercó a la herida, que tenía aún manchas de yodo.

- Pues, Jane, déjame decirte que este trabajito que te han hecho te va a dejar una fea marca cuando cicatrice. Vaya mierda... - curvó los labios. - ¿Y esa mujer sigue trabajando en McKinley? Mostrándole esto al director podría hacer que le pateasen su grasiento culo de un chasquido. - le dejó caer el flequillo a Jane. - Quizás me de una vuelta por McKinley, quien sabe. - se volvió a sentar en su sitio. - Si rezan lo suficiente, puede que me vean allí todos los días. O al contrario. Suele ser al contrario... - rodó los ojos. Le ofreció cerveza a Kurt, pero rápidamente recordó que aún era escolar y, sobretodo, eso era antiético incluso.

- Olvídalo... - suspiró por el estúpido ofrecimiento.

-No digo que no haya buenos chicos en Carmel, solo digo que son pocos.- Repliqué a Jane. Luego escuché lo que dijo y sonreí abiertamente.- ¡¡Grandioso!! Me da gusto que por fin hayas entrado en ese coro.-

Cuando dijo lo de la canción, arqueé la ceja.

-Creí que eso había quedado saldado en tu fiesta. Bueno, aun así, será un placer cantar contigo o contra ti un día de estos.- Reí suavemente.

Luego escuché lo que le dijo a Jack y vi los feos puntos en su frente. No pude evitar llevarme la mano a la boca, horrorizado ante tan horrendo trabajo. Cuando Jack dijo que le quedaría una cicatriz, mi horror se incrementó. Esa era una vedadera tragedia.

-Eh... creo que ella habla de la enfermera a la que usted va a suplir en Carmel.- Dije, sin dejar de mirar la frente de Jane. Luego vi que Jack me ofrecía cerveza, aunque luego se retractó. Asentí cuando dijo "olvídalo".- Sí, es mejor así.- Murmuré. Mi experiencia con el alcohol, o mejor dicho, el té maravilloso de April Rhodes, era suficiente como para no querer tomar una sola gota de ningún tipo de bebida de ese tipo.

-¿No hay algo que se pueda hacer para evitar esa tragedia?- Le pregunté a Jack, refiriéndome a la posible futura horrible cicatriz de Jane.

-Jane, a este paso vas a parecer mapa.- Le dije, observando impactado la otra cicatriz. Nunca había conocido a una chica que tuviera tan poco cuidado como ella.- Tienes que ser más cuidadosa. Ya no solo por las cicatrices, uno de estos días podrías darte un golpe que pudiera lastimarte de una manera terrible.- Le di un sorbo a mi bebida.

Recordé que Jane había preguntado algo a Jack, sobre que hacer con esa cicatriz, por lo cual guardé silencio para escuchar lo que pudiera decirle. Esperaba que sí existiese una forma de remediarlo, aunque más parecía preocuparme a mí que a ella.