Volviendo a la infancia. [Michael W]

Raphael estaba en su entrenamiento con su equipo de futbol, y se suponía que papá tenía que ir a buscarlo, pero le habían llamado para una entrevista en el trabajo y había terminado diciendo que se le haría tarde, delegándole la responsabilidad a mamá, que se la quiso delegar a Gabriel, que justo no estaba en casa ni disponible en su celular, así que... Sí, eso me dejaba a mí. No tenía ganas, pero no tenía más excusa en esos momentos que estar leyendo. Ni siquiera tareas, y no había sido lo suficientemente rápido como para decir que iría a casa de Nathie.

Caminaba algo desganado hacia la cancha donde sabía que estaría con sus amigos, con las manos bien metidas en los bolsillos cuando de pronto un par de niños pasaron corriendo al lado mío, persiguiendo una pelota que se les había escapado. Miré hacia el lugar de donde habían venido para encontrarme con otros que jugaban con una chica que definitivamente no era de la edad de ellos, pero que parecía estar divirtiéndose tanto o más que los pequeños. No pude evitar sonreír ante la escena, que era agradable ver que incluso con la diferencia de edad les cuidaba y no se aprovechaba de ellos. Me recordaba a mi hermano mayor, de quien me sentía más que orgulloso, y quien me inspiraba a tratar de seguir su ejemplo en eso... aunque por lo general no me funcionaba.

No creía haberme quedado mucho tiempo mirando cómo jugaban los niños con la chica, pero debió haber sido algo más de lo que había pensado. Ella se había retirado del juego para sentarse un poco más cerca de donde yo miraba con curiosidad, y uno de los niños, que asumí que sería su hermano, se le acercó a darle un abrazo. Ya estaba pensando en seguir mi camino cuando el pequeño se separó de su hermana y me señaló, girándose ella para verme, quedándome completamente paralizado. No entendía por qué me había apuntado, ni nada, la verdad, y mucho menos por qué la chica me miraba con tanta insistencia. Tendría que usar una de mis tácticas: ante la duda, disculparme.

-L-lo siento...- le dije, aunque en realidad tendría que rebuscar un motivo para estar disculpándome, y en ese preciso momento no se me ocurría ninguno. Sólo esperaba que la inspiración me llegase antes de tener que dar explicaciones.

Nada, las palabras no venían a mi cabeza y, por lo tanto, tampoco a mi boca. ¿Por qué era que estaba disculpándome? No por estar parado ahí, o por haber estado mirando por unos momentos, aunque quitando eso tenía muy poco que pudiera sacar en limpio para mi propósito. Mal, aquello no me daba material suficiente, y me puse más nervioso cuando ella se levantó y se me acercó más, preguntándome si alguno de los niños era mi hermano.

-Eh... N-no... S-sí... D-digo... Mi hermano essstá allá...- le respondí como pude, señalando un grupo de adolescentes que jugaba un poco más allá. Es que mi hermano ya no era un niño en sí, que tenía 12 años cumplidos y muy orgulloso estaba de eso.

La manera en que arqueó la ceja me hizo pensar que había cometido algún error, o que tenía algo en la cara, o que le había caído mal, o que... tantas alternativas me rondaban que no tenía idea de por cuál decantarme y me mareaba un poco por mi cuenta, incluso sabiendo que quizás no era nada importante, pero es que simplemente no podía conmigo mismo.

Desde la dirección en la que apuntaba pude ver que Raphael me había reconocido y me saludaba, aunque no le duró mucho la atención, que volvió a jugar enseguida, de lo más entretenido. Estaba pensando en la manera en que se divertía tanto con una actividad física, totalmente contrario a mí que con que me dieran un libro me tenían feliz por un par de horas, cuando su voz me trajo nuevamente a la realidad.

-Eh... Soy M-michael...- le respondí, apresurándome a tomar su mano y estrecharla por la fórmula social que significaba una presentación... seguro de que algo haría para quedar mal.

La verdad, no tenía idea de cómo reaccionar ante los gestos de la chica. La sonrisa era más o menos fácil de interpretar como una manera de decir que era un gusto conocerme, y traté de responderle de la misma forma, aunque mi sonrisa nunca llegaría en esas circunstancias más que medio remedo en el mejor de los casos. Y entonces me quedaba truncado por la mueca de lado que hizo a continuación, que no tenía la más mínima idea de cómo traducir a cualquier cosa. Tal vez le había desagradado mi sonrisa por no haber cumplido con las normativas de las sonrisas de 'Es un gusto' o... No, ni idea, pero podía ser eso por cómo después de eso simplemente comenzó a caminar, dejándome marcando ocupado por unos momentos hasta que se giró a preguntarme si quería un helado. No sabía si me lo estaba ofreciendo, aunque ahora que me lo había mencionado me había entrado algo de antojo, así que asentí con la cabeza mientras disimuladamente buscaba en mis bolsillos para revisar si tenía suficiente dinero, que así era, y empecé a seguirla.

Sí tenía suficiente dinero para comprar un helado para mí y uno para mi hermano después, así que saqué lo necesario para el importe del mío, contento de que hubiera decidido poner unas cuantas monedas en mi bolsillo antes de salir de casa, que en realidad para buscar a Raphael no era necesario pues el trayecto desde y hacia casa podía hacerse de lo más bien a pie en menos de diez minutos.

Me dirigí al vendedor pidiéndole un helado simple, cosa que salió sin dificultad, si bien en voz baja, porque no era ningún trato en profundidad y no se interesaba en absoluto por mí, que eran factores importantes en ese sentido. Me lo entregó unos momentos después y me volteé hacia donde estaba la chica, dirigiéndole una sonrisa tímida.

La chica parecía ser muy simpática, pero aún así se me hacía sumamente difícil eso de poder responderle de la misma forma, incluso aunque quería porque si se esforzaba de esa manera no podía evitar que me cayese bien. Solté un suspiro sumamente sigiloso, que estaba seguro que nadie más que yo habría oído, y luego la seguí con algo de cautela, por si en realidad prefería que me quedase con el heladero.

Pensé que se iría a sentar de nuevo, pero en lugar de eso avanzó hasta donde estaban sentados los niños, pidiéndole la pelota, y preguntándome después si jugaba con ella. -Ah... Ssssoy muy malo...- le dije, con una débil sonrisa. Es que era cierto, lo de los deportes definitivamente no era para mí, pero lo menos que podía hacer era intentarlo.