El último adiós (Un entierro, L.A.)

Jason Crawford había muerto.
La noticia me había llegado a palabras de Elizabeth, Amy había estado a mi lado, y Adam me había pedido que lo viera como un padre, que le diera la oportunidad, pero el dolor no me dejaba pensar en aquellos momentos.
Todos los hechos se sucedían de manera inconexa.
Recordaba contemplar el Ocaso, sobre el techo del gimnasio.

Sus últimas voluntades, leídas bajo un manto de lágrimas, la mano de Eli entrelazando la mía.



Aún así intenté que la sonrisa en mi rostro no se borrase, pero era prácticamente imposible.
Aún sabiendo que las personas que me acompañaban sentían el dolor, me hallaba sola, apartada en un mundo en donde la luz ya no volvería a brillar.
Primero mi madre, ahora mi padre, la gente iba y venía, pero los seres que me habían traído y abandonado en este mundo ya no estarían.

Una casa espaciosa, ahora también de herencia, les sobraba el dinero por encima de la cabeza y todo eso ahora era mío, pero todo aquello no valía para nada, yo seguía deseándolos tener a mi lado, aunque me odiaran, decirles que los amaba, aunque ellos a mi no lo hicieran y que estaba orgullosa de ser su hija.
Eli permanecía a mi lado, como siempre, las capitulaciones le otorgaban mi custodia hasta la mayoría de edad, una cuenta para mis gastos de colegio que podría renovar todo el Instituto, no tenían medida.
Una cuenta para la Universidad, con el dinero que había allí se podían pagar cinco carreras en la Universidad más cara del mundo.
Dinero aparte, el sueldo de Eli, la manutención y gastos extras.

El traslado al cementerio, en limusina, echaba de menos el pequeño Mini de Eli, era más personal y era suyo.
Todo superficial.
La gente se agregaba para decirle adios, supermodelos, gente del espectáculo, cineastas, directores, aparejadores, maquilladoras, estilistas, el dolor se respiraba en el ambiente, pero no era real. Todo estaba rodeado de ese glamour de Hollywood, pero de manera superficial, ni siquiera los llantos se escuchaban veraces.
Había llorado durante toda la noche y ahora sólo sentía el abandono.
Respiré profundamente antes de cruzar el suelo santo siguiendo el féretro, en silencio.



Había música ambiente, ¡Música ambiente que retumbaba por todo el cementerio!
Quería escapar de allí, como fuera, irme bien lejos y separarme de la popularidad, no ser la hija de Jason Crawford, no tener que enterrar mi rostro en el pecho de Eli para evitar que los paparazzi localizasen esa lágrima que recorría mi mejilla en esos momentos.


No me quedaban lágrimas que derramar.